ASÍ LA VEO YO - Año 11
Las grietas que estamos llamados a reconocer y evitar que proliferen
Por Juan Rubbini
@lapazencolombia
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Los acuerdos de paz –a partir de su firma en La Habana- significarán
el fin de la lucha armada de las Farc. No del Eln. Tampoco el fin de las
farcrim ni de las bacrim. Subsistirán el narcotráfico y las mil caras de
delincuencia organizada y común, también política. Subsistirán las causas y
efectos de la violencia, causas objetivas y subjetivas.
Proseguirá la violencia,
el conflicto armado y las amenazas terroristas. La insurgencia y la
contrainsurgencia. La rebeldía y la autodefensa. Todo esto lo sabemos y
resabemos, pero preferimos mirar hacia otro lado.
Promover y mediatizar el
plebiscito como si lo fuese entre paz y guerra no tiene lógica ni sustento algunos
en este contexto y con actores legales e ilegales dentro y fuera de los
acuerdos. Lo obvio y manifiestamente útil sería consultar a los colombianos si
estos acuerdos son los que deben ser o debe arribarse a otros. Aunque lleve su
tiempo. La paz debe quedar bien hecha, a la medida de todos, no a la medida e
intereses de los firmantes.
No debería el país ser
constreñido a responder la pregunta que no es, solo por evitarse la necesidad
de convocar nuevos y decisivos actores a la Mesa. A menos que...
A menos que la intención de
quienes integran este exclusivista “neo-Frente Nacional” sea precisamente
ahondar aún más las grietas que separan la “Unidad Nacional” del uribismo, el
uribismo de las izquierdas, y todos los anteriores con las ‘autodefensas
desmovilizadas’. Pero entonces ¿de qué paz y reconciliación estamos hablando?
Dos grietas son particularmente
llamativas. Se originaron ambas de procesos de paz. El proceso de Ralito derivó
en una grieta política hasta hoy insalvable entre quienes negociaron y
fracasaron en el intento desde ambos lados de la Mesa, uribistas y
autodefensas. El proceso de La Habana abrió otra enorme grieta, entre la Unidad
Nacional y el uribismo. Las autodefensas desmovilizadas hacen esfuerzos
silenciosos pero constantes por dar a conocer al país que apoyan decididamente
el proceso de paz de La Habana. Se diferencian en esto diametralmente de sus
antiguos interlocutores en Ralito. Pero no por este gesto de apoyo a la paz con
las Farc reciben las autodefensas desmovilizadas el reconocimiento político que esperan por parte del Gobierno y las
Farc. Por el contrario, a la grieta que desde Ralito las separa del uribismo,
se les ha sumado la grieta que los excluye de todo reconocimiento político por parte del
Gobierno y las Farc.
¿Es políticamente
razonable que el neo-frente Nacional se intente fundar sobre cimientos de
exclusión tan flagrantes? ¿Resistirá Colombia tamañas grietas políticas sin dar
pie a la proliferación de nuevos conflictos sobre las cenizas aún humeantes de
antiguos e irresueltos conflictos? ¿Tiene lógica y sentido común someter la
voluntad de paz de la inmensa mayoría de colombianos a los intereses políticos
de minorías centralistas que pactan con ‘ideologías extremas que atrasan 50
años’?
Son interrogantes que
cabe hacerse en estos días de final de año y comienzos de 2016. Y hacerse estos
interrogantes sin renegar de la causa de la paz, sino precisamente para afirmar
su necesidad, su urgencia, su prioridad.
El Estado no puede ni
debe ser un botín de guerra, pero tampoco ha de ser un botín de paz, que
celebre el pacto de dos minorías organizadas, en contra de otras minorías que
permanecerán desorganizadas apenas el tiempo suficiente para percibir que han
sido excluidas y condenadas al ostracismo y la inopia, y Dios nos libre también
la represión a poco de andar.
Cualquier intento
restringido de inclusión –donde funcione el veto como factor discriminador- que signifique la exclusión de actores del
conflicto, de sectores sociales y políticos, lejos de significar el fin de los
conflictos sociales y armados inaugurará frentes de resistencia y rebeldía que
estamos aún a tiempo de evitar si no queremos que la realidad nos estalle en la
cara.
Bienvenida la dialéctica
de los contrarios, porque la diversidad enriquece y la democracia auténtica
finalmente consiste en eso, pero cuidado... la dialéctica que no conduce a
nuevas y superadoras síntesis, condena a las tesis y antítesis que fluyen
incesantemente a vivir condenadas a ser las partes irreconciliables de nuevas y
peligrosas grietas.
Grietas que estamos
llamados a evitar si queremos ser un país de iguales y de libres.
Así la veo yo.
Los 253 artículos que componen la serie
iniciada en marzo de 2005- de ASÍ LA VEO YO están
a disposición del lector en www.lapazencolombia.blogspot.com
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